“La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”.
Sócrates
Sofía se despertó aquel día con
pocos ánimos como cualquier otro. Era martes y apenas había comenzado la semana
y ya acusaba de cansancio y hastío. A pesar de sus veinticinco años, que
deberían proporcionarle una vitalidad e ilusión propias de esa edad, ella se
sentía decaída y con pocas ganas de afrontar el día que le esperaba. Las cinco
horas que había dormido anoche tampoco ayudaban mucho, pero es lo que había. Se
había levantado pronto para ir a trabajar, hoy tocaba abrir el bar y entre
bostezos se había enfundado las zapatillas, lavado un poco la cara y vestido
con lo primero que había visto. Decidió que el café lo tomaría en el bar, había
que ahorrar y un café más no importaría, el jefe no se iba a enterar.
Sonaba Freedom de Rage against de
Machine en sus auriculares camino del bar, apenas había amanecido y aquella
canción le recordó sus años de estudiante de historia del arte en la Universidad
apenas hacía dos años. Se acordaba de lo mucho que le gustaba estudiar, de
ir a la facultad con sus compañeros y compañeras, de los debates y discusiones
en el bar; lo echaba de menos. Pero tuvo que dejar las clases porque no podía
pagar la matricula, la crisis. Ahora trabajaba a turnos partidos en un bar por
apenas ochocientos euros, fines de semana incluidos, que no le permitían ir a las clases
ni costearse la matricula.
Abrió el bar y puso las noticias
mientras se preparaba el ansiado café, todavía no había nadie. Preparó las
tazas con sus cucharillas y los sobres de azúcar, la leche caliente y pasó un
trapo por la barra. Poco a poco fueron llegando los asiduos clientes, al tiempo
que la luz de los primeros rayos del sol entraban el cristal y los primeros
coches se amontonaban en la calle.
Las noticias hablaron de los
temas de actualidad. De la crisis, de que se había suicidado otra persona
porque le había desahuciado, ayer otra víctima mortal de la violencia de género
cosida a diecinueve puñaladas, varios políticos implicados en tramas de corrupción,
que había bajado el paro, que no habría dinero para las pensiones, que Marina
de Gran Hermano Vip se había besado con Adrián y que el Madrid había ganado al
Sevilla. Los clientes miraban las noticias y desayunaban tranquilamente,
comentando las noticias: “que pena”, “algo habrá hecho”, “todos son iguales”, “menos
mal ya estamos saliendo de la crisis”, “eso seguro que lo arreglan”, “oh! A mí
me gustaba más Fernando para ella”, “Es que Ronaldo es el mejor del mundo”.
Haciendo unas tostadas para Paco,
miraba atónita la fauna del bar, escuchando algunas conversaciones y
preguntándose si realmente esa gente se planteaba algo más que hablar de temas
triviales y marchar a trabajar. Siempre había sido una persona con unas ideas
muy críticas sobre todas las cuestiones. Lo había sido, porque durante dos años
se había acostumbrado a ver a estas personas diariamente, trabajar y dormir. Ya
no le quedaba tiempo para leer como hacía antes o para debatir con sus amigos
sobre temas de arte o política.
-¿Tu de qué equipo eres Sofía?.-
Preguntó Juan.
-Del Madrid.- Respondió enseguida
Sofía como una autómata.
-¡Ahí, ahí!, así me gusta.- Contó
Juan mientras dejaba dos euros en la barra y se iba sonriendo.
Antes le parecía tan banal toda
aquella situación que se sentía como una extraterrestre. Se sentía como un
bicho raro si discrepaba con algún cliente o si simplemente aportaba otro punto de vista, cosa que no debía hacer para no disgustarlos,. En seguida la
gente la miraba mal y le hacían sentir como ese bicho raro. Ahora sabía que no
debía comentar nada y debía seguirles la corriente, eso solía conllevar una
propina, como los cincuenta céntimos que acababa de ganarse al decir que era
del Madrid.
Cuando llegaba a casa, ahora veía
Gran Hermano, porque se había enganchado. A veces iba al bar Paula, la mujer de
José y hablaban de cómo iba el programa, así que comenzó a verlo para enterarse
de lo que le hablaba. Paula parecía ser muy fan y además era una mujer muy
agradable, así que no quería que la viera como un bicho raro. Recordaba también
a Salva, un novio que había tenido hace un año y que la miraba raro porque le
gustaba el arte más que el fútbol. Ahora estaría más contento pensó, mientras
limpiaba unas tazas.
La puerta se abrió y entro un
señor que no había visto nunca, desde luego no era del barrio. Se aproximó a la
barra y pidió un café con leche. Llevaba un maletín y olía a profesor a la
legua. Parecía muy despierto y miraba atentamente el ambiente del bar y a la
propia Sofía.
-Me llamo Marcos, soy profesor
sustituto de filosofía en el instituto-. Espetó.
-Encantada, soy Sofía, camarera-.
Respondió ella, dudando de como presentarse.
Marcos sonrió y explicó que era su
primer día, ya que el anterior profesor estaba de baja. Tras recibir el café y
darle un pequeño sorbo, comentó:
-A veces me siento un tanto raro.
Es como que no encajo en los sitios-. Dijo alegremente.
-¿Ah no?-. Respondió interesada
Sofía.
-No. Lo normal sería que estuviera
preocupado por el resultado del partido fútbol de ayer o por las noticias de la televisión,
pero no es algo que me preocupe. Prefiero tener mi propia opinión, leer mucho y
debatir.
-Ya…-. Dijo Sofía mirándolo como
si fuera un bicho raro.
-¿Sabes?. Hoy tengo que explicar
el Mito de la Caverna de Platón. ¿Lo conoces?-. Continuó Marcos.
-¡Sí!, claro-. Respondió Sofía.
-Un mito que parece más actual
hoy en día que nunca, ¿no crees?. La vida que lleva la gente con esto de la crisis, dejan
que les digan lo que tienen que pensar, no hay tiempo para leer o crearse una
opinión propia. Dejamos que los medios de comunicación nos digan lo que pasa y
lo que debemos pensar-. Comentó el profesor bajando un poco la voz en tono
misterioso.
-Supongo-. Dijo Sofía mientras
hacía una tostada.
-Somos prisioneros que solo
atienden a las imágenes que nos dan, lo
que vemos en la tele y los periódicos. Y eso es el nivel más bajo de
conocimiento, la imaginación (eikasia), que recibimos de forma pasiva, sin pensar
quién o cómo lo ha hecho, por qué es así o qué significa. Como los esclavos que
permanecían atados mirando las sombras en la pared. Solo importa la
tranquilidad de no tener que hacer nada.-Dijo Marcos.
-Ya…-. Respondió Sofía mirando a
ambos lados para que nadie escuchara la conversación.
-Pero el problema es desatarse y
darse la vuelta para descubrir que las sombras que vemos en la pared, en realidad son copias de unas figuras
que hay a nuestra espalda. Ese proceso es duro y comienza poniendo en duda lo
que vemos y lo que nos dan, siendo críticos.- Comentó el profesor mientras daba
un nuevo sorbo.
-Claro-. Siguió atenta Sofía.
-La gente que crea las sombras en
la pared, los porteadores que tienen las figuras creen que saben la
verdad (pistis), pero tampoco la saben. Como los medios de comunicación que implantan
ideas y “verdades” a la gente, creen que saben todo lo que en realidad pasa. Sin embargo,
también deben de hacer el esfuerzo crítico de darse la vuelta, al igual que el
que quien se liberó de las ataduras y subió por la caverna, llegando a este nivel, iniciando un proceso de aprendizaje que debe continuar-. Dijo Marcos sonriendo.
-Ciertamente-. Dijo Sofía
sirviendo un nuevo café a otro cliente.
-Ascender y llegar al fuego que
hay detrás de los porteadores de figuras y descubrir que es el causante de que
se proyecte su imagen y cree las sombras que los esclavos ven en la pared, es un
gran nivel de conocimiento (dianoia). Es saber por qué suceden las cosas o el
motivo por el que se crea una noticia.- Continuó el profesor bebiendo un poco
más de café.
-Sin duda-. Dijo Sofía absorta.
-Pero el nivel más grande de conocimiento
es salir fuera de la caverna y ver el mundo real con nuestros propios ojos.
Descubrir que el fuego es una copia del sol y que las figuras son copias de los
objetos reales (noesis). El ascenso por la caverna o el proceso de conocimiento
es largo y complicado, pero nos lleva a la verdad.- Terminó Marcos mientras
apuraba el café.
-Muy interesante la comparación-.
Dijo Sofía recogiendo la taza del profesor.
-Ciertamente, vivimos en un mundo
de sombras, en el que nos encontramos atados y atadas para no descubrir la
verdad. Ser críticos con lo que vemos cada día y el aprendizaje es lo que nos
saca de la caverna y nos lleva al conocimiento-. Sentenció Marcos cogiendo su
maletín.
-Entonces es normal que nos miren
como bichos raros si les decimos que sus sombras no son reales-. Indicó Sofía
participando del símil, mientras le cobraba.
-¡Exacto!. Deben desatarse por sí
mismos-. Dijo el profesor al marcharse con una sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.